jueves, 2 de mayo de 2024

el polvo y la escarcha



si eres un don nadie uno cualquiera al final te das cuenta de que la vida es pasajera que el amor que te tienen se irá diluyendo apagando como una vela que el respeto o la valía dura lo que un suspiro mientras continuas erguido mientras tu nombre se mantiene en el aire aceptas con dolor durante más o menos tiempo que el edificio que sobre ti habías construido se irá desmoronando hasta no quedar nada solo la vida y tú sin ataduras ni cadenas desnudo sin más como al mundo te trajeron libre al fin


libre al fin dices como un suspiro


es triste contemplar a los hombres que fueron algo en torno a los cuales se construyeron paseos y avenidas teatros y parlamentos cuya voz fluyó en las ondas y su figura apareció en las pantallas hombres que en consonancia construyeron grandes palacios en su interior a los que invitaron a los grandes de este mundo a las mujeres más hermosas también a las más inteligentes es triste verlos al final de su representación caricaturizados y humillados por un mundo que les debía tanto


eso creyeron


los ves en su penúltimo acto subidos al estrado para decir lo último en quién pensé fue en mí mismo solo los demás me interesaron los ves en el despacho o en la biblioteca de su casa con el fondo de nogal los libros polvorientos y una carpeta que se abre sobre la mesa con papeles que han amarilleado comidos los bordes por pececillos señalando con el índice una línea o una foto de cuando el palacio exterior y el interior coincidían como roca firme ante los embates de la tormenta


es triste verlos


creíste que el mundo te adoraba que admiraban tu inteligencia que te veían bello y bueno creías que seguían tu camino como el recto camino de la sabiduría y la honestidad


yo que he hecho tanto por vosotros


es duro comprobar que antes de que tu cuerpo vuelva al polvo y a la escarcha a la ciega noche y al extremoso día ya habrás muerto a los ojos del mundo que habitará en ti por breve tiempo el recuerdo el aleteo de la vida que se escapa


la vida que se escapa


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Musik. Fade into you. Strange you never knew (Mazzy Star)



miércoles, 1 de mayo de 2024

La llamada, de Leila Guerriero

 



Casi siempre nos falta lo que sucede en el alma del escritor cuando nos cuenta una historia. Mucho más, cuando cuenta 'una historia verdadera'. En el reportaje que Leila Guerriero escribe en La llamada hay un personaje principal, Silvia Labayru. Es evidente que Guerriero toma partido por ella, que parece que es el sino de cualquier creador con sus personajes, aunque aquí ni Guerriero crea ni Silvia es un personaje, pero a los efectos de la lectura así funcionan. Dice en una entrevista que aunque Silvia esté mintiendo, dice verdad. Es posible que sea así. Cómo no escuchar, cómo no dar crédito a lo que le cuenta tras haber pasado por lo que pasó en la ESMA. Todo el mundo tiene derecho a fabricar un relato y a que creamos en él, aunque sea contradictorio con otros relatos. En los asuntos del alma humana habría que decir que todo lo que el protagonista cuenta es verdad. A lo largo del larguísimo reportaje Guerriero trata de esconderse tras la máscara del reportero neutral y objetivo. No siempre lo logra. Están los hechos objetivos que rastrea el historiador como científico y el juez como juzgador y están los relatos que los protagonistas o los testigos elaboran a posteriori. Guerriero en su reportaje opta por esta segunda opción. Es un reportaje que parece una novela.


También los criminales tienen un relato que contar aunque no estemos dispuestos a creérnoslo: Alfredo Astiz el rubio, el tigre Acosta, Alberto González, los marinos que en la ESMA -el centro de tortura más famoso durante los años de la dictadura argentina- ejecutaron los secuestros las torturas las violaciones. Alguien debería ponerles el oído. Otros, en esta historia, se mantienen al margen, deliberadamente no quieren elaborar un relato: Martín Gras, un compañero de Silvia en el sótano de la ESMA. Esto es lo que alcanza a decir:

Silvia era como un rayo de sol adentro de ese infierno oscuro que era la ESMA. Fue la niña mimada de sus padres, de los montoneros y de los marinos. Los oficiales jóvenes estaban como embobados, era la mujer con la cual cualquiera de ellos hubiera querido casarse. Linda, de familia militar, el que consiguiera una esposa así llegaba a almirante seguro”.


Otros se empeñan en el suyo propio, Alberto Lennie el esposo de Silvia y padre de Vera -el bebé que nació durante el secuestro-, del que Guerriero muestra balbuceos y subraya palabras que incitan a la confusión. 


Hay una frase que encierra toda la verdad del asunto de Silvia: "Desde el momento del secuestro, no hay nada que pueda ser considerado que se hace por voluntad propia".


En La llamada lo interesante no es lo que ocurrió en los sótanos de La escuela mecánica de la Armada, ESMA: los secuestros, las torturas, las servicias, las violaciones, el arrojo de los cuerpos al río o desde los aviones en vuelo -4.800 personas murieron o desaparecieron, unas 200 sobrevivieron; 30.000 en el total de la dictadura, entre1976-1983-, lo que importa es lo que sucedió y aún sucede en la mente de las personas que allí convivieron, cómo respondió cada una de ellas a la extraterritorialidad a la que se les sometió, exiliados de la vida que vivían, entregados a la ilegalidad. Silvia Labayru participó en los juicios contra sus torturadores y violadores, sin embargo, no hubo un juicio en el que pudiera defenderse de la sospecha: ‘haber sido colaboradora’, ‘haber participado en la delación de las Madres y monjas de la Plaza de Mayo’, ‘haberse entregado sexualmente a un torturador, que la llevaba fuera de la ESMA a hoteles para tener sexo con ella o de ella con su mujer, que la permitiesen viajar a Brasil o a Montevideo’, ‘que entregaran a su hija recién nacida a sus abuelos’. Tan solo tenía 19 años cuando fue secuestrada y algo más de veinte cuando salió. Superviviente era sinónimo de traidor, sobre el que caía la sospecha: "Por qué se habrá salvado". El 'algo habrá hecho', como susurraban aquí las buenas gentes del País Vasco cuando ETA mataba, acompañó a Silvia Labayru desde que llegó a Madrid durante muchos años. A Silvia le condenaron los malos y los buenos. La llamada es un relato de su supervivencia.




Guerriero ha modelado un personaje, un ídolo, y da vueltas sobre él, amasándolo como hace el alfarero con su figura de barro. Los demás personajes le sirven si valen para dotar de espíritu a su figura: amigos, familiares, conocidos. Unos complacientes, otros no tanto. Alberto Lennie y Osvaldo Natucci, no tanto. A este lo deja hablar hablar y hablar para que se cueza en su salsa -en su tango- y lo despacha con una frase que no le gustó a Guerriero en referencia a Silvia Labayru. Fueron pareja y amantes en España, con 16 años de diferencia entre ambos. Pasados ya los 80 años cuando Guerriero lo entrevista, Natucci habla de sí mismo sin cesar y cuando, muy al final, aparece la figura de Silvia pregunta: ¿Envejece bien? Esa es la frase. El mismo procedimiento utiliza con Alberto Lennie, marido y padre de Vera, el bebé que nació en la ESMA, desfigurarlos, marcarlos, personajes que no le devuelven la imagen que ella se ha hecho de Silvia Labayru. Luego está el feo asunto de la madre de Hugo Dvoskin, la actual pareja de Silvia Labayru. Los padres de Hugo no entregaron el telegrama y las dos cartas que Silvia le escribió al salir de la ESMA, cuando necesitaba con urgencia que la atendieran y abrazasen. Cuando Hugo y Silvia se enteran, muchos años después, la madre ya con 90 y pico años, y se lo recuerdan, la mujer entra en colapso y queda al cuidado de un geriátrico. Su hijo la castiga con no verla durante 18 meses. Silvia, sin embargo, sí que va a verla. Guerriero trata a Hugo con distancia.



¿Termina uno de conocer a una persona? Guerriero entrevista a Silvia Labayru en múltiples ocasiones, en España y en Argentina, en escenarios diferentes, sola y acompañada. En la conversación siempre pesa lo que le ocurrió, cuando tenía 19 años, el secuestro el parto las violaciones las salidas fuera de la ESMA para ver a su padre y a su marido, pero hablan de otras cosas, de los maridos sucesivos, de los hijos, de la vida social, de sus empleos y empresas para ganarse la vida, de sus encuentros con otras secuestradas en la ESMA, de su vida partida entre Buenos Aires y Madrid. Guerriero lanza un hilo que atraviesa y une todas esas circunstancias. Cuando leemos una novela o una biografía, lo que es este libro al fin y al cabo, encontramos un fondo 'esencial' que da identidad al personaje por encima de sus variaciones, un núcleo resistente a la evolución. Nos pasa cuando reencontramos a un amigo o cuando vemos a nuestros propios hijos después de un tiempo, pero ¿no es una convención, una necesidad para distinguirlo del resto, para poder manejarnos con la realidad? Lo contrario de lo que nos sucede cuando miramos nuestra propia vida hacia atrás. No nos reconocemos en aquel que fuimos. 




Hay una fotografía de Silvia Labayru, en blanco y negro, hecha por un amigo fotógrafo, Dani Yako, a la que Guerriero presta especial atención, pero nos la hurta, como si en ella estuviese reflejado ese núcleo invariable. No hay fotografías en el libro, tampoco grabaciones. Un libro de este tipo debería ir acompañado de ambas cosas. He visto en Youtube una entrevista que un periodista argentino le hace este mismo año, pero en ella aparece una mujer a la defensiva, respondiendo a un entrevistador envarado, incapaz de extraer nada que interese; falta todo lo demás, sólo la mujer de una pieza que mantiene incólume su personalidad, como si eso existiera. Guerriero muestra a una Silvia Labayru poliédrica, contradictoria, segura e insegura a un tiempo, como lo somos todos. Cuando se trata de personas reales, contar los hechos no es suficiente para entender lo que pasó. Necesitamos un relato.


¿Cómo es que, cada tanto, descubre que quiere decirme algo revelador que ya me dijo? Quizás porque siente que, a pesar de todos estos meses, a pesar de todas estas conversaciones, no ha podido transmitir de manera cabal cuál es el color verdadero del pliegue en el que —todavía— vive el espanto.


Sin duda uno de los libros del año, o de la década.


lunes, 29 de abril de 2024

Feud. Capote contra los cisnes (Feud: Capote vs. The Swans)

 


Casi sin querer y en días discontinuos, en esas noches que no sabes cómo acabar el día, he ido viendo los ocho capítulos de esta serie (HBO), cuyo centro de interés es Truman Capote y las mujeres de la alta sociedad neoyorquina con las que se codeó en los años 70, cuando llegó a Nueva York y la fama le precedía. Capote se había hecho famoso con su libro A sangre fría, una historia que se basaba en dos jóvenes asesinos con los que contactó en la cárcel y que le dieron las informaciones necesarias. Truman Capote, gay e ingenioso -parece que vayan a la par-, de lengua suelta y chispeante y de gustos exquisitos que pudo llevar a cabo por la amistad que entabló con las mujeres más ricas de la ciudad.


La serie contempla la última etapa de su vida, cuando su inspiración y salud flaquean. Se gana la vida escribiendo para revistas, contando intimidades de sus amigas, los cisnes del título, que se enfadan y se reconcilian con él, y flirteando con hombres más jóvenes que él. Al mismo tiempo, con gran esfuerzo, bajo los efectos del alcohol y otras sustancias, escribe Plegarias atendidas, el último de los libros que le daría fama, aunque no lo llegó a completar. Si la serie tiene interés, aunque creo que le sobran el par de capítulos finales, es por el empeño que ponen los actores: la transformación física del que interpreta a Capote (Tom Hollander) y las viejas glorias de Hollywood que representan a sus amigas (Naomi Watts, Diane Lane, Chloë Sevigny, Calista Flockhart y Demi Moore). La decadencia de la alta sociedad neoyorkina, en cambio, que es el fondo contextual, creo que nos pilla un poco lejos.


sábado, 27 de abril de 2024

El gran experimento

 


Dudo que haya sido deliberado. Caben dos posibilidades que haya sido forzado por alguien superior a él (no por el cargo, sino por la información disponible) o que haya sido un pronto emocional (una reacción ante algo que le disgusta). La consecuencia es que ha sometido al país a un estrés insólito. Eso sucede por conceder a una sola persona tanto poder. La alternativa son los regímenes parlamentarios donde el Ejecutivo está sometido a la fuerza del Parlamento, un Parlamento donde los escaños pertenecen a los parlamentarios que se presentan en listas abiertas, no a los partidos.


Como si no hubiese bastado con el gran experimento que sufrimos durante la pandemia del Covid-19, estamos viviendo uno nuevo durante 5 días, que los politólogos y sociólogos podrán estudiar. A nivel mundial incluso europeo lo que suceda no tiene mayor importancia porque España es un país de segundo o tercer nivel. Sí lo tiene para comprobar la calidad de nuestra democracia, si resistirán las cuadernas de nuestro sistema, si el edificio constitucional aguanta la intemperancia.


De momento lo que se puede observar es que ante la falta de hombre al timón muchos se sienten náufragos y en vez de esperar a que acabe el experimento se lanzan al mar para llegar a la playa. Otros anhelan que el barco se desencuaderne y con las tablas flotando construir uno nuevo. Hay incluso quién piensa y lo dice a voz queda o gritando que si el barco no tiene timonero necesitamos con urgencia un Hombre fuerte y decidido, el mismo que se ha ido a pensar pero fortalecido (‘Vuelve, Pedro’), para unos, y otro muy diferente, opuesto, para otros. Hombres templados se ven pocos o callan como si el experimento no fuese con ellos.


Las democracias liberales surgidas en el siglo XIX se crearon como réplica o sustitución de los regímenes de origen divino o providenciales, monárquicos o aristocráticos. Su función es resolver los problemas prácticos de las naciones, bajo las premisas de que todos los hombres son libres e iguales -un hombre, un voto- y cuyo fin último es que todos tengan las mismas oportunidades. Por tanto, los hombres providenciales son una anomalía, una distorsión que recupera por otros medios aquello que tanto detestábamos.


viernes, 26 de abril de 2024

Del Cerezuelo, el Borosa y el Linarejos al Guadalquivir

 


En la pista que sigue al río Borosa hasta su nacimiento, antes de entrar en las pasarelas y de que las aguas vayan ganando bravura, charlo con un guía que acompaña a tres mujeres que han venido a ver estos parajes; por su vestimenta y calzado no van a poder ir mucho más lejos. Me habla del tamaño del parque natural con precisión - el primero por extensión de España y el segundo de Europa-, el número de hectáreas, de municipios, de las áreas diferentemente protegidas: Reserva de la Biosfera, Parque Natural, Zona de Especial Protección para las Aves. 






Le pregunto por qué no es Parque Nacional y él me dice que por la población, 83.000 personas viven en la zona, con sus negocios, empresas, la agricultura y la caza. Más tarde, Enrique, un amigo me precisará que hubo una propuesta hace años para convertirlo en Parque Nacional, pero no prosperó porque la Junta de Andalucía quiso mantener la gestión del parque. Según Enrique, la zona especial es más restrictiva que la de los parques nacionales.




Por encima de las 200.000 ha de extensión, en el parque confluyen los ecosistemas Mediterráneo y Atlántico, africano y peninsular. Por la mañana y al atardecer hemos visto cabras, ciervos y jabalíes; más difíciles de ver los muflones y los gamos, introducidos con fines cinegéticos en la época de Franco, que convirtió este lugar en su coto particular. La cabra montés es el emblema del parque aunque se ha visto muy mermada por una epidemia de sarna. Enrique, me cuenta que lo que proliferan sin tasa son los gamos. No encuentran modo de reducir la población y hasta se ha pensado en reintroducir lobos, pues antes ya lo hubo aquí junto con osos, porque con los cazadores no basta o no son lo suficientemente buenos. En las alturas, buitres, àguilas y quebrantahuesos.




El Segura y el Guadalquivir nacen en estas sierras. Estos días hemos hecho rutas por el Cerezuelo, el Borosa y el Linarejos, todos ellos bajando por torrentes y cascadas hacia el Guadalquivir. Las rutas son espectaculares. También hemos hecho rutas buscando las alturas rocosas, picos como el Picón del Guante y el Rayal, a los que se llega mediante una empinadísima ladera, por el mero gusto de subir a contemplar los valles, barrancos y sierras desde lo más alto.




La ruta más popular es la que asciende por el Borosa hasta el embalse y la laguna de aguas negras donde nace. El clima de estos días ha sido perfecto suave y a veces nublado. Cuando le digo al guía que venimos de Burgos me dice, 'Ah, allí donde no hace frío, sino donde se fabrica'. La ruta del Borosa está divida en dos partes. En la primera se sigue una ancha y cómoda pista y después unas pasarelas que alguna vez cruzan el río y es por donde suelen ir los grupos de chavales conducidos por sus maestros. Después de la central eléctrica comienzan las cascadas y la subida es más exigente pero también más bonita.




En la anochecida, cuando el abuelo de los catalanes que llevan el hotel de Arroyofrío, con sus 101 años, ya se ha acostado, y nosotros hemos cenado, llegan familias de jabalíes a la misma puerta - hasta 10 en una de las noches-, acostumbrados como están a que la gente les dé alguna cosa de comer; gruñen y se pelean entre ellos para ver quien coge la mejor posición para acercar el morro a la misma mano y tomar lo que se les dé.


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Musik. What do I got to do to make you love me?- Lydia Gray




jueves, 25 de abril de 2024

La venganza de la Tragantía

 


Yo soy la tragantía

hija del rey moro,

quien me oiga cantar

no verá la luz del día

ni la noche de San Juan




Todo lugar que se precie ha de tener su mito, una historia que contar, un poso que lo envuelva en el misterio de lo antiguo. Se supone que los moros son los más celosos entre los hombres -Otelo, el más famoso de todos-, y los padres moros los más posesivos de sus hijas. El rey moro de Cazorla cuando las hordas cristianas se acercaban a la ciudad guardó a su hija en una cueva oculta del castillo de Yedra, con provisiones para cubrir sus necesidades, mientras él con sus tropas se escondía en la sierra esperando a que el ejército cristiano levantara el sitio y huyera. No ocurrió, sino que los cristianos conquistaron para siempre Cazorla (si hemos de hacer caso a la historia, eso fue en 1326) dando alcance y muerte al rey moro y a su séquito.




La princesa mora abandonada e ignorada, afectada por la humedad y oscuridad de la cueva se transformó en un extraño ser, mitad serpiente mitad mujer, de la que solo en la noche de San Juan se oye el lamento bajo la bóveda del cauce subterráneo del Cerezuelo. Quien la oiga esa noche, antes del amanecer morirá. Es su venganza. En una repisa del túnel por el que discurren las aguas del río, bajo la Iglesia de Santa María, se ve la figura desmejorada de la Tragantía.




Cazorla fue un lugar estratégico en el periodo de las guerras entre cristianos y moros, conquistada y reconquistada varias veces, por su valor en la cercanía al Reino de Granada. La figura de la mujer serpiente o reptil ('Tragantía' deriva de las palabras 'dragón' y 'tragón') es común a muchas tradiciones culturales, ya aparecía en pinturas rupestres hace 15.000 años.




No hay que remontarse atrás en el tiempo para forjar mitos que den empaque a una ciudad o a un lugar.


A veces entre tantas sale una foto buena, aquella que no esperabas en un punto al que no habías prestado atención. Las mejores fotos son las que no has hecho y lamentas cuando a posteriori ves la imagen en el recuerdo. Después de haber bajado de Montesión por el río Cerezuelo, llegó la hora de tomarse una cerveza. Estábamos en el lado sombrío de la plaza vieja en una zona poco concurrida. Avistamos una terraza y un bar. Inspeccionamos el interior para sentarnos dentro, pero solo había algo parecido a una barra de bar sin lugar donde aposentarse. Salimos y por la puerta conlindante volvimos a entrar, pero era la cocina, la cocina del bar. Un hombre con indefinidos años a cuestas y vestimenta y andares lentos nos dijo que no había dentro que solo atendían fuera. Nos sentamos e hicimos la comanda. El hombre se dirigió a otra mesa con otro hombre con más años y maneras igualmente peculiares, más lentas si cabe. Le dijo, 'Levántate, que hay faena'. Tardaban en servir.


Esa era la foto que no hice: el bar restaurante con dos puertas, a un lado la cocina, donde el primer hombre sostenía en una mano un plato y con la otra de un tarro de aceitunas iba sacando con los dedos una a una para llevarlas al plato, al otro el bar propiamente dicho con barra sin espacio. El segundo hombre, además de las bebidas nos trajo una ración de chorizo con tomate. Cuando vimos la cuenta comprobamos que en el abultado precio de las bebidas estaba el de los chorizos no pedidos. Nos preguntamos cómo preparaban las raciones y las tapas anunciadas en la pizarra exterior, cómo funcionaba aquella cocina sin espacio, qué hacían en los días de lluvia o de frío, cómo mantenían el local, la clientela, el negocio, de qué vivían, cuántos años llevaban con aquel modos operandi.


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Musik. J'entends tout ce qui joue (dans ta tête )



miércoles, 24 de abril de 2024

La pecadora de Montesión

 



Saliendo de Cazorla en dirección al castillo de Yedra, por senderos más empinados que escarpados, se llega a una modesta edificación con un cercado de piedra alrededor y una campana que saluda al visitante. Enseguida aparece una mujer lozana y animosa a quien las palabras le brotan con incontenible fuerza, como si tuviese tantas que decir, tantas cosas que contar que no habría tiempo en el mundo para llegar al fin de su historia. Se presenta como 'Pecadora', aunque en algún momento debió decir su nombre real, que recuerdo, Inmaculada. Estamos en el monasterio de Montesión. Durante siglos personas con gusto macabro se aislaron del mundo para experimentar la cercanía de la muerte. Una comunidad ermitaña, en ocasiones anacoreta, fue añadiendo piedra sobre piedra para construir primero una capilla, después celdas donde dormir y debajo, según los tiempos lo requiriesen, un lazareto para leprosos o apestados y un osario donde sepultar a los monjes, pero también a quien llegase en fase terminal, ya fuesen enfermos, curas ancianos o maquis huidos en la guerra.




En una cueva cercana se dice que se apareció la Virgen y ese fue el origen de este cenobio que se ha ido encogiendo con el tiempo. En diciembre murió el último eremita que lo habitó; es empeño de Inmaculada que el lugar no se arruine del todo y acoger a los curiosos. La construcción se distribuye en diferentes niveles próximos a un cortado. 'Pecadora' nos pide que si queremos visitar el interior debemos bajar a la puerta de la capilla y esperar unos minutos. Al fin se presenta vestida de monje, abre la puerta, accedemos a la capilla y, tras el altar, con la cabeza cubierta con capucha e inclinada, espera a que se haga el silencio para proseguir con su acelerado discurso. Nos cuenta la historia secular, desde el concilio de Trento hasta el maquis para detenerse en los aspectos macabros, tratando de captar la atención. En la cúpula y en las paredes de la Iglesia se conservan pinturas que 'Pecadora' dice valiosas, aunque no lo parecen tanto. 



Luego nos mostrará el osario junto a la capilla; a través de un hueco se ven los incontables huesos y, un nivel por debajo, la cripta, a la que bajamos de uno en uno por una estrecha escalera, los nichos, las claveras. No es un lugar donde uno permanecería a solas: la humedad, el deterioro, la ruina, la palpable presencia de la muerte. Hace unos meses unos jóvenes investigadores colocaron, micrófonos y cámaras en el interior del osario y por todo el recinto. Oyeron voces, frases y lamentos y puertas que se abren y cierran, y vieron una esfera blanca. Eso dicen. ‘Pecadora’ lo cuenta con entusiasmo como si le fuese la vida en ello. Se despide alegre y dicharachera, incitándonos a qué volvamos con más tiempo para darnos todos los detalles que faltan.




Después tras subir al castillo de Salvatierra o de las Cinco Esquinas, para contemplar los alrededores de Cazorla, bajamos hasta la cascada de la Malena, a un restaurante en el pintoresco lugar del Nacelrío, donde comemos, para seguir luego el curso descendente del río Cerezuelo por sus estrechos y embarrados márgenes, cruzando curiosos puentes de madera en forma de uve, hasta llegar a Cazorla, donde se sumerge en un túnel abovedado que atraviesa la iglesia de Santa María, la plaza vieja y la ciudad. 




La Iglesia debió ser impresionante aunque se mantuvo poco tiempo en pie, debido a que un enorme torrente -el diluvio le dicen- conducido por el río acabó con ella. Lo que vemos son la planta y una torre bien conservadas. La inundación de final del siglo XVII y los incendios provocados por la guerra contra Napoleón arruinaron definitivamente esta hermosa iglesia que se atribuye al arquitecto Andrés de Vandelvira, el que diseñó la catedral de Jaén y otras obras de la provincia.




Cazorla es una ciudad situada en un hermoso enclave. A su espalda la sierra que lleva su nombre y de frente un mar de olivares. Hay que ascender y descender continuamente para ver sus rincones, palacios iglesias, ermitas y atalayas desde las que contemplar el paisaje, las murallas y la torre bereber del castillo de Yedra. Tras la visita, las cervezas en una de las terrazas de la plaza vieja.