martes, 13 de septiembre de 2011

Hitch-22

"Anunciar que uno ha aprendido dolorosamente a pensar por sí mismo puede parecer una conclusión poco excitante y, de todos modos, sólo tengo mi palabra para afirmar que me he enseñado a hacerlo".
Se pueden aprender cosas de otros, las noticias del mundo y de la historia; se puede aprender de otros a mirar el mundo y el modo de organizarlo en nuestra mente, y no siempre lo aprendido es lo que más nos conviene, pero es seguro que, como asevera Hitchens, aprender a pensar por sí mismo sólo uno lo puede hacer.

La prosa ágil, nerviosa y nervuda, de Christopher Hitchens en su libro de prematuras memorias, Hitch-22, recorre en paralelo a su biografía los debates de la izquierda en las últimas décadas: Cuba, la caída del muro, el conflicto palestino israelí, el 11-S, Iraq, el antisemitismo. Es fácil reconocerse en su posición, que partiendo de la izquierda radical, termina por poner en cuestión el conservadurismo ideológico -principios inamovibles- de muchos intelectuales de izquierda y la deriva hacia el multiculturalismo irracional. A pesar de sus apretadas 500 páginas, la impresión es que toca de refilón algunos de esos temas, los menciona, habla de sus protagonistas, pero soslaya el debate, quizá porque en muchos casos es agua pasada y porque debe dar mucha pereza remover tanta porquería. Es verdad que la izquierda recalcitrante ha sido derrotada y sólo queda en forma de ideología relicta. Pero no sólo resume de esa forma insatisfactoria el debate ideológico, también repasa el discurrir de la sociedad europea, británica en especial: el sistema de clases, la educación en los internados ingleses, la universidad, la revolución de los sesenta, el sexo. También relaciona y diferencia los dos mundos de Occidente, Europa y EE UU que se unen en su persona, pues es ciudadano de ambos mundos. Y defiende ese mundo, Occidente, a veces con dolor, como cuando debate con su amigo Edward Said.

Trata en profundidad, sin embargo, los dos asuntos en que se ve más implicado. La cuestión judía y la actualidad.  En el primer caso muestra la complejidad de la cuestión, las razones que asisten a un bando y al otro, rehuyendo los apriorismos ideológicos, consciente de la dificultad del arreglo entre ambas partes. En el segundo, se emplea a fondo, porque el tema principal del libro es explicar el porqué de su evolución política e intelectual.

El libro se lee con gusto, más si el lector se identifica con esa generación procedente de los años del 68 y ha seguido la trayectoria de gente como el propio Hitchens, Ian McEwan o Martin Amis. ¿Cómo es que en España no hemos tenido intelectuales con ese impulso y vitalidad? Se me ocurre algunos nombres, pero no dejan de ser mundos provincianos los suyos, de corto alcance, temerosos de manifestarse abiertamente. Sin embargo hay una pega en esta edición: hay demasiadas frases que parecen inacabadas. Unas porque hay referencias que el traductor no aclara y otras porque se ve claramente que no pilla el sentido del original, que en castellano se queda en el limbo del sinsentido.

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