Y sin embargo, confiando en la sola fuerza del razonamiento,
Javier Gomá cree que tiene la solución a la actual tristeza del mundo. Es
evidente que la perspectiva de la muerte abate la alegría con la que vinimos al
mundo y que los ofrecimientos de la democracia liberal que hemos construido,
mercancías, dinero, cultura, no satisfacen al hombre que con la ilustración
aprendió a ser individual. Las rutinas cognitivas del positivismo privan al
hombre del ‘sentido supernaturalista” del suplemento de ser, de esperar una
prórroga de esa individualidad. Gomá cree que la solución para recuperar
la alegría existe y que ha sido probada históricamente. A su proyecto filosófico lo
denomina ejemplaridad, y a ella la fía. Si tomamos como ejemplo a los mejores de
entre nosotros y actuamos en consecuencia de tal modo que también cada uno de
nosotros puede ser ejemplo para otros podemos hacer realidad el sueño de Kant
donde no rigen otras leyes que las de la moralidad sin necesidad de coerción,
represión ni castigo. El sueño de Gomá es una comunidad de amigos que consigue
transmitir la alegría ontológica de la esperanza en una mortalidad prorrogada,
porque, según Aristóteles, cuando los hombres son amigos ninguna necesidad hay
de justicia. De dónde viene, cómo se alcanza esa esperanza. Se pregunta Gomá, uno puede imitar la
ejemplaridad del galileo, pero ¿cómo imitar al resucitado en el acto creador de
resucitar? Para el hombre esto es tan necesario como imposible. Su
respuesta: se necesita restaurar una cierta noción de providencia, no en el
plano de la experiencia, sino en el de la esperanza. Gomá habla de conversión,
de la potencia transformadora del corazón humano mediante el ejemplo personal,
de un segundo nacimiento, tras el nacimiento al mundo de la experiencia, el
nacimiento al mundo de la esperanza, morir a la experiencia, resucitar a la
esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús. Así se consigue alcanzar la
alegría capaz de que los hombres se entreguen a la amistad. Gomá habla de una
conversión del corazón. Convencido de que el ejemplo a imitar está en el
super-ejemplo personal del galileo, en las obras de su vida como hombre, en la
palabra con que animaba a la gente que se le acercaba, pero sobre todo en la
transmisión de la esperanza de supervivencia transmundana que él mismo vivió, abrirse
a esa posibilidad de lo humano más allá de la experiencia exige del hombre una
preparación de su corazón a esa esperanza que recibe el nombre de conversión.
En realidad, esa
opción siempre ha estado ahí desde que la pascua anunció el final de la
historia. De la comunidad cristiana primitiva se decía que con su alegría y
sencillez de corazón se ganaban el favor de todo el pueblo, pero el ejemplo
de Cristo se convirtió en religión y la cristiandad en un arma de sujeción por
parte de los poderosos. El hombre ha vivido alienado y entristecido asumiendo
valores que no le procuran la felicidad, pero Jesús de Nazaret nos enseñó cómo
conservar la sencillez del corazón. La esperanza en la supervivencia
transmundana es una empresa moral para toda la vida. Cada ciudadano ha de
instruir su corazón con ascético autocontrol para contener dentro de sí la
ansiedad de sentido existencial y acomodar su libertad externa a la ley democrática
para experimentar la alegría ontológica de la esperanza en la mortalidad
prorrogada. Cómo se ve el empeño de la voluntad por volver a nacer.
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