Henry
Marsh, un eminente neocirujano, habla de sus casos en Ante todo no hagas
daño. El libro es una autobiografía médica, cada capítulo precedido por un
nombre y la definición médica de la enfermedad a la que alude, casi siempre un
tumor. La mayoría de esos casos anuncia una muerte inminente o brevemente
postergada. Henry Marsh escribe sobre las dificultades técnicas de cada caso, abre
el cráneo y nos muestra las partes del cerebro, sus peculiaridades, la débil
frontera que separa la vida de la muerte. También habla de los hospitales, de
la jerarquía profesional, de los especialistas, los internos y aprendices, de
los errores médicos, a veces imposibles de evitar, de las reclamaciones
familiares y las compensaciones. Pero no es sólo eso. Lo que le da valor es la
pregunta de dónde está el hombre en todo eso, la humanidad que se aferra al
vivir y la muerte insoslayable. Lo que peor ha llevado Henry Marsh, según
confiesa, es el trato con los familiares después de que una intervención haya
ido mal. Muchos médicos no saben hacerlo o lo temen y lo obvian. Hablar con la
familia y darles explicaciones forma parte de su oficio. La mayor parte de las
veces el mal trago desaparece cuando después de hablarles les dan la espalda
para volver al siguiente caso. Es normal que así sea, ellos tienen su propia
vida. Pero debe ser duro aprender a separar la propia vida de todas esas
muertes que van dejando atrás, aunque sean muertes naturales más allá del error
y la negligencia.
Supongo que
para un cirujano es difícil asociar un tumor a una persona concreta, que la
mayor parte de las veces no es más que un caso más o menos especial dentro de
la categoría de los tumores. En su libro Henry Marsh busca a la persona
doliente y su circunstancia. Algunos casos resultan emocionantes, como Tanya,
una niña ucraniana de once años a la que intenta extraer el tumor más grande
que ha visto jamás. La lleva de Kiev a Londres pero la cosa sale mal y el
médico lo siente como un fracaso. Es lo que hace que el libro merezca la pena.
Vistos desde lejos somos una especie invasora, agresiva, implacable. Desde
cerca somos individuos singulares, temerosos, sensibles, mortales. Como dice
uno de los pacientes, “la vida es muy valiosa, cada día cuenta”.
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